Con los últimos acontecimientos legislativos y los llamados díscolos se ha generado una discusión no menor y que parece ser el eje roto que impide que el gobierno gire en torno a políticas firmes y que demuestren su rumbo, que hoy parece perdido. Me refiero a lo que sucede al interior del gobierno. Las constantes luchas ministeriales por imponer su ruta incitan a un desorden generalizado del que no hay control alguno; ni siquiera la Presidenta ha sido capaz de evitar el descalabro.
Los últimos acontecimientos ocurridos entre los subcontratistas y Codelco y la posterior confrontación entre el ministro Andrade y Andrés Velasco respecto al tema es una muestra del desorden. Por supuesto que se admiten discrepancias, todos tenemos nuestra opinión, pero no puede permitirse que ella se de dentro de un gobierno porque aquí el llamado “uso de razón privado” es lo que prima, lo que Kant señalaba como el uso que se da “en cuanto funcionario”. Las opiniones personales dejémoslas para la casa, para comentarlas con la esposa, con el hijo, con el perro. Eso estaría bien para cualquiera, menos para gente que es parte del gobierno. Algunos dirán que eso es prohibir la libre expresión y fomentar un despotismo al interior del Estado. Sí, es posible, pero hay que comprender que existen reglas; más importante aún es la existencia de una ruta impuesta por una autoridad a la que no se debe vacilar en seguir. Es un “come y calla” que beneficiaria a todos y permitiría un orden, sin permitir en todo caso ningún tipo de acto que coartara la libertad de expresión del resto de la sociedad, no se trata de eso.
Una medida para evitar lo más posible este tipo de situaciones es despedir aquellos que no se ajusten a lo que se espera. Me refiero a un cambio ministerial que de una vez por todas se imponga y que muestre la capacidad de dirigir de la Presidenta; capacidad que tanta falta ha hecho.
Es difícil gobernar cuando dentro del mismo equipo hay disputas no zanjadas, pero es aún más difícil hacerlo si no hay nadie que ordene la casa. La Sra. Presidenta Bachelet permite que las peleas se generen simplemente porque no tiene carácter; lamento aceptarlo, pero los hechos lo avalan. Aún así eso no quiere decir que no pueda hacer de este gobierno uno de los buenos. Si tuviera un asesor de confianza, con un perfil público conocido que la ayudara a manejarse, estoy seguro que las cosas serían distintas. Lo más probable es que tiene muchos, pero parece que ninguno ayuda, o simplemente son tantos que no sabe a quien creerle; ese es su mayor problema.